LA PERDONANZA

Perdonanza es un término antiguo que significa indulgencia y tolerancia. El sufijo "anza" añadido a perdón, significa "perdón en acción". En este libro se quiere analizar ese perdón en su extremo más difícil, el perdón de los enemigos.

Dicen que todos sabemos perdonar, aunque perdonar a los enemigos es algo que nos cuesta hacer. Si alguien nos causa un grave daño físico o moral, o a un ser querido, olvidar y perdonar es muy difícil, hasta el punto que hay personas que se llevan el agravio a la tumba. Para entender "la perdonanza", hay que mirar el perdón desde otros puntos de vista. Si decimos que perdonar es "dejar de estar enfadado o resentido (hacia alguien) por una ofensa, falta, o error", resulta que la persona que consigue perdonar, es la primera beneficiada, ya que deja de estar enfadada o resentida. Se trata de pensar o poner el centro de atención, en la persona que perdona y no en el ofensor, del que también nos ocuparemos. Dejamos de estar encadenados al ofensor y nos sentimos libres.

Si nos lo proponemos, perdonar a los enemigos, requiere práctica y es algo que podemos conseguir. Dejaremos de vivir con odio, rencor y angustiados por el miedo a lo que nos suceda. "La perdonanza" nos ofrece ser pacíficos, tolerantes y comprensivos. Al mismo tiempo, mejoramos nuestras relaciones personales y conseguimos la paz interior. Sólo tenemos que intentarlo.

Historias reales de perdón

LOS DOS HERMANOS - 1ª PARTE

Esta es la historia de lo que aconteció a dos hermanos, Enrique y Julián, aunque el final se sigue escribiendo. Digo esto porque sería necesario dejar pasar un tiempo para poder apreciar o sacar conclusiones de lo ocurrido, ya que ambos viven, y los hechos futuros serán los que digan si esta historia acaba bien o mal.

Enrique es el mayor y sólo le saca un par de años a Julián, que ya está cerca de los cincuenta. Ambos están casados con Amparo y Carmina desde hace unos 20 años, y tienen cuatro y tres hijos respectivamente, los mayores ya en la universidad. Residen en una ciudad, capital de provincia, cercana a Madrid, aunque Julián tuvo hasta hace poco un piso en Madrid y pasaban largas temporadas en la capital.

La vida de Enrique y Julián transcurrió plácidamente mientras vivieron sus progenitores. El padre, hombre sin apenas estudios y a base de esfuerzo, partiendo casi de cero, supo aprovechar los años de bonanza económica que tuvo el país a partir de los años sesenta, consiguiendo forjar una pequeña fortuna, no tan pequeña pensareis algunos. Tuvo la visión de comprar unos pocos terrenos y tierras de cultivo cercanas a su ciudad y cuando llegó la expansión y el boom inmobiliario, se encontró que sus inversiones se habían generosamente multiplicado. Además tenía un negocio de distribución de materiales, un par de tiendas y como “dinero llama a dinero”, supo ahorrar e incrementar su fortuna.

A todo esto, los dos hermanos ayudaban al padre en todos los negocios aunque el mando siempre lo ejerció el padre. Enrique era más trabajador y serio que Julián, al cual le gustaba más trasnochar y divertirse. Luego cuando ya ambos se casaron, a Julián siempre le gustó más aparentar, tener buenos coches y realizar grandes viajes.

Los problemas empezaron cuando hace unos diez años falleció la madre. Como en muchas familias, la madre que nunca trabajó fuera de casa, era sin embargo la pieza clave de la casa y la que se encargo de sacar adelante su familia. El padre no supo sobrellevar la muerte de su mujer y al poco tiempo empezó con achaques, que unidos a un par de disgustos que le dio su hijo Julián, le hicieron ingresar en el hospital y justo dos años después falleció.

Cuando los hermanos hicieron la partición de la herencia, se encontraron que después de pagar a Hacienda, el patrimonio de cada uno se había incrementado en más o menos 3,6 millones de euros, es decir, 600 millones aproximadamente de las antiguas pesetas. A propuesta de Julián, dividieron todo de la mejor forma que pudieron, y cada uno tiró por su lado. Julián tenía grandes ideas y pensaba que su hermano iba a ser un lastre para ponerlas en marcha, así que “mejor solo que mal acompañado”. Poco a poco, los hermanos se fueron distanciando.

Los primeros años le fueron muy bien a Julián. Se metió en las promociones de pisos y todos sabemos lo que ocurrió hasta el año 2008-2009. Todo se vendía y el dinero entraba a manos llenas. Julián incrementó su tren de vida y era la envidia y admiración de mucha gente de la ciudad. Se construyó un gran chalet, coches de lujo, un gran apartamento en la playa, barco y grandes fiestas a las que acudían sus numerosos amigos. Delante de todo el mundo se vanagloriaba, comparándose con su hermano al que le tachaba de “carca” y que no sabía disfrutar de la vida.

Para colmo hubo un par de incidentes que acabaron por distanciar del todo a los dos hermanos. El primero ocurrió con un terreno heredado del padre y que habían dividido por la mitad. Otro constructor de la ciudad les hizo a ambos una muy generosa oferta por sus terrenos ya que si los unía a otros colindantes, iba a poder desarrollar una gran urbanización, pero la oferta que les hacia era por todo el terreno. A Enrique le pareció una magnífica oportunidad, pero a Julián le fastidiaba que fuera otro promotor el que “se llevara el gato al agua”. Así que se negó y aunque incluso el comprador llegó a subir su oferta, Julián no dio su brazo a torcer. Enrique en más de una ocasión, trató de convencerle pero todos sus argumentos resultaron inútiles. Julián decía que él podía hacer algo más grande y mejor y que Enrique no tenía que ser “tan corto de miras”, intercambiándose entre los dos algún que otro improperio. Luego llegó la crisis y al día de hoy, ahí siguen los terrenos. Lo que en su momento se podía haber bien vendido por 3 millones de euros para cada uno, ahora nadie da un duro.

El segundo incidente le molestó a Enrique todavía más. Poco más tarde de la venta fallida, Julián organizo una gran fiesta en El Casino de la ciudad, para celebrar la puesta de largo de su hija. Iba a ser todo un acontecimiento y a la fiesta estaban invitadas las mejores familias. Y en esto que Julián no sólo no invita a su hermano, sino que tampoco permite que su hija invitara a sus primos, con los que desde pequeños habían tenido una estrecha relación. Eso le costó llorar a la hija de Enrique y aunque el chico mayor decía que le daba igual y que pasaba de la fiesta de su “tiito”, a Enrique padre le sentó como os podéis imaginar. Las pocas relaciones que mantenían los hermanos, acabaron por romperse definitivamente.

A todo esto, Enrique siguiendo los pasos de su padre, los negocios le iban despacio pero muy bien. Se hizo con la representación de un negocio de filtros de agua, y fue ampliando con la distribución de maquinaria, montó un concesionario de coches, y diversificó sus negocios en varias actividades. Llegó a tener en todo el grupo cerca de 200 empleados, aunque últimamente ha reducido algo con la crisis.

Seguro que podéis imaginaros lo que le ocurrió a Julián en estos dos últimos años. Cuando las ventas de pisos empezaron a bajar, Julián no pudo hacer frente al pago de los préstamos y créditos que tenían con los bancos. Para colmo se había asociado con un socio que le dejó en la estacada desapareciendo y Julián que había avalado todo con sus bienes y con la firma de su mujer, se encontró en un corto plazo con la quiebra de sus empresas. Ciego por su brillante fortuna no supo prever las consecuencias de su falta de visión. Los bancos le embargaron todo y rápidamente perdió todas sus posesiones, chalet, piso de Madrid y de la playa, yate incluido. A todo esto se tuvo que mudar a un modesto piso alquilado, sus amigos dejaron de llamarle y pronto cayó en una depresión.

Hace un mes más o menos, Carmina la mujer de Julián llamó con voz entrecortada a Amparo y la pidió que por favor se viera con ella en una cafetería. Quedaron una tarde, y después de pedir unas consumiciones, Carmina empezó a sollozar compulsivamente y la dijo que acudía a ella como una madre para salvar a sus hijos. Le contó que ya no podía más, que Julián vivía encerrado sin salir apenas, y que su vida era un infierno. Los amigos les habían dado la espalda y los pocos ahorros que tenían estaban desapareciendo. No sabía como iban a poder seguir pagando los estudios de sus hijos, porque ya sólo tenían que deudas y él seguía sin encontrar trabajo. Para colmo, si Carmina le decía a Julián que fuera a ver a su hermano Enrique, la contestaba diciendo que ni loco iba a tener que arrastrarse delante de su hermano, que prefería pegarse un tiro, que jamás soportaría tanta humillación
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Después de añadir no sé cuántas desgracias más, Carmina le pedía a Amparo la ayuda que pudiera darla, pero que por nada del mundo, Julián se enterase porque si no lo pagaría con ella. Amparo compadecida la dijo que no podía hacer otra cosa que hablar con Enrique, pues ella no manejaba las finanzas de su marido pero que trataría de interceder y así se despidieron.

Amparo al día siguiente, aprovechando un momento que Enrique estaba tranquilo y no estaban sus hijos delante, le contó lo mejor que pudo su entrevista con Carmina. Enrique tuvo una mala reacción, dando gritos y diciendo cosas terribles sobre su hermano, que si era un cobarde y que renegaba de él, por todas las faenas que le había hecho. Si su hermano no tenía siquiera la decencia de pedirle perdón, que no esperara el más mínimo gesto por su parte.

Hace unos días un amigo del matrimonio conocedor del caso y también amigo mío, me pidió que si podía entrevistarme con Enrique, al cual le había hablado de mí y de la fundación, para tratar de encontrar alguna solución. Así que le llamé y mantuvimos una entrevista de un par de horas.

La conclusión que saqué es que Enrique es una persona que no odia a su hermano, a pesar de todas las faenas y afrentas que ha tenido que soportar de él. Está muy dolido y no entiende que no sea capaz de pedirle perdón. Julián le criticó y ridiculizó mucho delante de gente conocida de ambos y siempre había alguien que le iba con los cuentos de lo que hacía y decía. Ahora que su hermano está tan necesitado, no tiene ni siquiera la valentía de pedirle su ayuda. Si él es orgulloso, más lo es Enrique que es el hermano mayor y ni siquiera sabe si sería capaz de perdonarle por todo el mal que le ha causado. Además le hizo perder mucho dinero y tuvo que soportar muchos desprecios, así que ahora que se enfrente a las consecuencias.

Hablando sobre el futuro una vez que se había desahogado, estuvimos juntos viendo las posibilidades que en este momento existían para Enrique, que se podían resumir de la siguiente forma:
1) Seguir sentado sin hacer nada viendo como su hermano Julián encontraba su merecido.
2) Esperar a que su hermano viniera a pedirle perdón y dependiendo de lo que le pidiera o le dijera, ayudarle o no.
3) Prestar algo de ayuda monetaria a través de las mujeres, Amparo y Carmina, sin parecer que él lo sabia, pues él también tenía su orgullo.
4) Iniciar Enrique la reconciliación, aprovechando que Carmina podría facilitar la misma, aunque siempre existiría la posibilidad que su hermano le rechazase.

Yo le hice una pregunta y Enrique se quedó pensativo. Hemos quedado otro día para continuar la charla y como siempre, aquí dejo unas preguntas para el que se las quiera contestar: ¿si fuerais Enrique qué camino elegís? ¿cual sería vuestra actuación?





LOS DOS HERMANOS - 2ª PARTE


-Continuación de la historia del mes anterior-

Ya os puedo contar algo más de esta historia, porque después de que pasaran algunos días de la entrevista con Enrique, fue éste el que me pidió que nos volviéramos a encontrar. Todo ha sucedido mucho más rápido de lo que yo temía.

Por retomar el final, acordaros que después de pensar las posibilidades que tenía, yo le hice una pregunta a Enrique, que él se quedó para reflexionar. La pregunta fue, ¿qué es lo que quieres que resulte de esta situación?. Enrique se quedó mirándome, como si no entendiera bien la pregunta y yo le aclaré:

“Lo importante de decidir de antemano lo que quieres que ocurra, es que te permitirá más fácilmente decidir si cualquier paso o decisión que tomes, se ajusta o no a la consecución de tu objetivo. En una situación como esta, si permites que salga lo mejor de lo que llevas dentro de ti, el resultado final al menos para Enrique será satisfactorio”.

Volvimos a vernos en el mismo sitio y cuando me encontré con él, rápidamente pude percibir una sonrisa y un brillo especial en sus ojos. Con todavía algo de excitación me contó lo siguiente:

“Pues mira, pasé dos o tres días dando vueltas al asunto. Por un lado, estaba muy dolido con todas las faenas que me había hecho mi hermano. Lo he pasado muy mal estos últimos años y ha sido un desprecio detrás de otro, por no decir nada del perjuicio económico que me causó. Por otro lado, temía cual podía ser su reacción si nos veíamos y pensaba que, igual se iba a empeorar más si cabe nuestra relación, lo cual sin duda sería el final definitivo. Si él es orgulloso, yo lo soy aún más y las ideas se me iban y venían, de porqué iba a tener que ser yo quien diera el primer paso. Pero también pensaba en lo que me habías dicho, de sacar lo mejor de mí ante la situación y no podía por menos de pensar, en que al fin y al cabo, se trataba de mi hermano, el único que tengo.

Así que hablé con mi mujer y le dije que, al menos por mi parte, iba a tratar de resolver la situación, a lo cual ella me apoyaba completamente. Le pedí que hablara con nuestra cuñada Carmina y que ésta nos dijera, cual sería el mejor momento de ir a verle a su casa, pero que no le anticipara nada. Carmina, la contó que Julián apenas salía de casa, y que se pasaba el tiempo sin hacer nada y bebiendo más de la cuenta. Así que al día siguiente, acompañado de mi mujer, me acerque a su domicilio, pidiendo a Carmina, que no estuviera ninguno de mis sobrinos, pues no tenía nada claro si al final se iba montar o no una trifulca.

Carmina nos franqueó la entrada y yo me presenté en el salón delante de mi hermano, el cual se quedó como anonadado, pues era obvio que no se podía imaginar mi presencia allí. Yo le dije, algo nervioso, unas palabras que había preparado de antemano:

-Julián, vengo a ti con los brazos abiertos. No vengo a hacerte reproches y como hermano tuyo que soy, de la misma sangre, vengo a ofrecerte la ayuda que tú y tu familia necesiteis-.

Julián se quedó por un momento callado, lo cual a mí me pareció una eternidad. Entonces decididamente, se levantó y se vino hacia mi, y los dos nos fundimos en un fuerte abrazo. Julián empezó a sollozar como un niño, y yo no pude por menos de hacer lo mismo, y allí nos tiramos los dos un buen rato. A todo esto, Amparo y Carmina que habían presenciado la escena, también se habían puesto a llorar y yo que les daba la espalda, podía oír claramente sus sollozos.

Fueron unas lágrimas liberadoras, como un torrente que todo se lo lleva. Cuando nos tranquilizamos, nos sentamos los cuatro y las primeras palabras que pronunció Julián, fueron para pedirme perdón, una y otra vez. Cuando yo le aseguré que no guardaba el mínimo rencor en mi corazón y que podía contar conmigo, Julián poco a poco y de una forma deslabazada, nos contó lo mal que lo había pasado. Nos confesó que, en más de una ocasión, había pensado en el suicidio, y que gracias a su mujer y a sus hijos, no se había decidido a dar el fatídico paso. Nos contó como, todos los que decían que eran sus amigos, le habían abandonado, como le habían traicionado personas que eran de su confianza, como las puertas de los bancos se le habían cerrado cuando antes acudían a recibirle y los tristes ratos que había pasado en los que sólo podía ahogar sus penas en alcohol. Nos habló de la vergüenza que había sentido pensando en mí, en toda la familia y lo cobarde de su actuación, debida a su casi nula autoestima. La vida le había dado una gran lección y ahora su hermano, con su comportamiento, se la seguía dando y nunca lo podría olvidar.

Por mi parte, le propuse olvidar el pasado, no hacer ni siquiera mención de todo lo que había ocurrido. Era como un mal sueño, del que afortunadamente habíamos despertado.
Le hablé de cómo me estaban yendo los negocios, y la fuerte bajada en ventas, debido a la crisis. Sin embargo el grupo seguía en beneficios y todavía tenía ganas de seguir luchando, así que le dije que se tomara el tiempo que estimase necesario, pero que me vendría muy bien para supervisar el Departamento Comercial del grupo. Sabía de lo que era capaz en ese campo y no tenía ningún temor a equivocarme. Que se lo pensase y si aceptaba mi oferta, ya hablaríamos de condiciones. De momento, lo principal era que las dos familias celebráramos el reencuentro, así que les propuse que fuéramos todos a comer a un buen restaurante de la ciudad.

Así que al siguiente sábado, nos fuimos a comer y tenías que ver la cara de algunos, cuando nos veían a todos juntos y sonrientes. Los primos como chicos jóvenes que son, contribuyeron a que el ambiente fuera distendido y agradable. Ha sido la invitación que he hecho en mi vida, de la que más he disfrutado. Mi hermano y yo nos podíamos mirar a los ojos y recordar divertidas anécdotas de cuando éramos pequeños y vivían nuestros padres”.

Enrique me contó algunos detalles más y me dijo que no sabía como agradecerme lo que había hecho. Le contesté que si lo pensaba bien, todo el mérito era suyo, que con su gran corazón y su valentía había resuelto de maravilla la situación, pues había sacado lo mejor que llevaba dentro: el perdón, la confianza y su generosidad. Yo me contentaba con tener su amistad en el futuro.

Y como estamos de vacaciones, aunque rompiendo la tradición, esta vez no os dejo ninguna pregunta para pensar.


LA PENA DE MUERTE ES UNA PENA


Hace poco me reuní con dos amigos para vernos de nuevo y tomar un café juntos. La charla era relajada y cordial pero se tensó un poco, porque no me acuerdo como fue, que empezamos a hablar de la pena de muerte, de los pros y contras, y resultó que uno de ellos era partidario de la pena de muerte, sobre todo para determinado tipo de crímenes, y el otro era un ardiente defensor de la abolición. Salió a relucir el diferente tratamiento en algunos Estados de Estados Unidos, pues en 38 de ellos sigue vigente, pero es que en el mundo todavía se aplica en cerca de 90 países, algunos de ellos como China, Egipto, India y Cuba que la mantienen para delitos comunes. En Irán, Arabia Saudí y otros, la homosexualidad puede llegar a pagarse con la vida. Hablamos de lo que ha evolucionado la humanidad en este sentido si volvemos la mirada hacia la historia, así como otros variados argumentos.

Ya os anticipo que mi posición al respecto ha variado a lo largo de mis años y quizás por eso, entiendo y respeto completamente cualquier postura que una persona pueda tener en este tema , pero os voy a contar una historia que es la misma que les conté a ellos, con el ánimo de que la discusión no fuera a mayores.

El 14 de Abril de 1995, en el Estado de Florida, Lynda que tenia 17 años, dejó entrar en la casa de sus padres con los cuales vivía, a LeRoy, un chico dos años mayor que ella, al que conocía porque en alguna ocasión la había suministrado algunas drogas. Estaban solos en la casa y pronto empezó una discusión sobre alguna deuda que Lynda tenía con el chico. En la pelea el chico trató de forzarla sexualmente y ante su resistencia, agarró un gran cuchillo de la cocina, y allí mismo de una desafortunada cuchillada la degolló. El chico asustado huyó y la pobre chica se desangró aunque pudo pedir ayuda por teléfono y decir el nombre del asesino. Cuando llegaron las Asistencias no pudieron impedir que camino del hospital, la chica falleciera.
A las pocas horas, la Policía detuvo a LeRoy, con sus huellas en el arma del crimen y testigos que le habían visto salir de la casa. LeRoy acabó confesando y en su defensa alegaba que estaba bajo los efectos de la droga que había consumido y que con la discusión había perdido la cabeza.

La vida para los padres y otros familiares de la chica de pronto cambió. Alguien a quien no conocían, en un momento, les había arrebatado a su preciosa hija y sentían que su vida ya no sería la misma a partir de entonces. El chico ingresó en prisión y la maquinaria judicial se puso en marcha. Pasaron casi tres años hasta que llegó la fecha del juicio y la Fiscalía solicitaba la pena máxima, la inyección letal para el culpable.

A todo esto, resultó que el padre había sido un activista a favor de la supresión de la pena de muerte, y había acudido a manifestaciones contra dicha pena. Cuando el destino le sacudió con la muerte de su más querida hija, se debatió entre sentimientos encontrados. La rabia y el odio que sentía hacia el asesino de su hija se contraponía con su forma de pensar. Si LeRoy no había tenido derecho a quitar la vida de su hija, ni él ni la sociedad tenían ese derecho ahora. Para colmo, su mujer y otros familiares si que eran partidarios de la aplicación de la pena de muerte y no podían entender que él fuera partidario del perdón.

Llegó el día del juicio y pudo ver cara a cara al asesino. Su comportamiento durante el juicio era altanero y frío y tampoco demostraba arrepentimiento. Su defensa basó sus argumentos en el estado en que se encontraba por los efectos de la droga consumida y la pérdida de control, por la discusión y la negativa de la chica al acto sexual. El hecho de que no hubiera pedido auxilio y huyera de la casa iba en su contra. Sin embargo, el padre que había tenidotiempo de aclarar sus ideas, en ese momento del juicio, lo que más temía era que el veredicto fuera el de la pena de muerte, pues eso le obligaría a tomar partido y las acciones legales que fueran oportunas, para que no se aplicara. Eso le llevaría a solicitar el perdón y la conmutación de la pena, y tener que enfrentarse a su familia.

Pero el destino decidió que esa no iba a ser su ocupación. LeRoy fue condenado a 30 años de prisión, casi media vida que le quedaba la pasaria entre rejas. El último día del juicio, antes de que LeRoy abandonara la sala, este padre hizo algo que le brotó de pronto del fondo de su ser. A través de su abogado, solicitó al Juez poder decir unas palabras al condenado. El Juez accedió a que lo hiciera brevemente fuera de la Sala de Juicio y encadenado como estaba, con los guardias presentes, asegurándose que no era para tomar el padre algún tipo de represalia. El padre sentía que no podía dejar escapar la oportunidad de mirar a los ojos al asesino de su hija, los mismos ojos que su hija había visto antes de que perdiera la vida, y que difícilmente igual luego no se le presentaría otra oportunidad.
Cuando llegó el momento de dirigirse a él, se encontró muy calmado. Después de un breve silencio, le dijo que ya no estaba enfadado o resentido hacia él, aunque había sentido mucho dolor por lo que le había hecho y que la madre aún continuaba destrozada. Le dijo que lo que sentía era mucha compasión hacia él y que le deseaba que de alguna forma pudiera dar un cambio a su vida. Le acabo diciendo que rezaría por él y que en su corazón sólo existía el perdón y la comprensión. La cara del chico reflejaba su desconcierto y no pudo articular palabra, pero sus ojos y expresión cambiaron por completo. Los guardias se lo llevaron sin miramientos, con la cabeza baja.

Aquel día, cuando el padre salió de la Corte de Justicia y llegó a su casa, sintió una gran calma. Ya no había ningún sentimiento negativo en su corazón y el hecho de haber podido perdonar al asesino de su hija, le había dado una gran paz y tranquilidad. Ya no se sentía más una víctima y se había liberado de sus negativos pensamientos. Poco a poco su vida recuperó la normalidad y ayudó a hacer lo mismo a su familia. En la actualidad está colaborando con una ONG que ayuda a los presos a reincorporarse a la vida civil y también ayuda a personas que están pasando por su misma experiencia. Si él lo ha logrado puede ayudar a otros a hacer lo mismo.

Y aquí se acaba esta historia, y como es lo habitual, os preguntaré si ¿creeis que alguno de mis dos amigos cambió su forma de pensar al respecto?¿sois partidarios de la pena de muerte?

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